viernes, 16 de octubre de 2020

Sombras Tenebrosas


 Llegó un día en el que mis abuelitos se vinieron abajo. Literalmente. Dejaron de vivir en la planta alta de la casa y se instalaron con nosotros. La razón? La salud de ambos se había desplomado.

Fue muy duro para todos por lo repentino de los acontecimientos. Un día mi adorada abuelita Lila, se sintió muy mal. Siempre había sufrido del estómago. Pero sus padecimientos estomacales desembocaron en la palabra prohibida: cáncer.

Por supuesto, yo ni sabía lo que era eso. Tampoco me lo dijeron. Solo supe que mi adorada abuelita un día ya no estaba en la casa. Y no volvió.

Ese fin de semana mi papá me llevó al departamento de Ruth y Paco. Pasé con ellos dos días hermosos. Me acuerdo que Ruth me regaló un extraño y maravilloso libro “Historia de las Religiones Orientales”. Quedé fascinada con las ilustraciones. A partir de ese libro, decidí cambiarme el nombre a Shiva…

Pero el fin de semana terminó. Siempre terminan. Y cuando regresé a la casa, mi mamá salió a recibirme en el jardín con un lindo vestido de flores que había comprado en Nueva York. Ese vestido me encantaba. Pero la noticia que acompañó a ese vestido fue muy triste. Mi abuela Lila había muerto. Mis padres me habían ahorrado la noticia,  el funeral, el entierro. Y estoy segura de que mi mamá escondió todo su dolor y su tristeza detrás de ese hermoso vestido que se había puesto para recibirme.

Mi abuelo Yea como yo lo llamaba,  se quedó solo en la planta baja con nosotros. Empezó su caída. No pudo con la muerte de su compañera de toda la vida. Por las noches hacía un ruido extrañísimo con los dientes que no nos dejaba dormir. A mi mamá la confundía con su hermana Juanita, la mamá de Conchita, y cuando le decía que no era Juanita sino su hija Flor, mi abuelo se disculpaba muy cariñosamente por el equívoco. No servía de mucho, a los minutos volvía a llamarla Juanita.

A mi perrita Milú la llamaba “Pescado Frito” y de mí, ni se acordaba. Pero eso sí,  cuando mi mamá le decía que yo era su nieta, la cara de mi abuelo se iluminaba y daba gracias a Dios de tener una nietita tan linda. Yo también le  daba gracias a Dios. Al menos, en medio de la debacle, yo lograba vislumbrar rastros de su infinita ternura, esa que tanto amaba de él.

Al poco tiempo también falleció, consumido por el dolor de la muerte de su adorada Lila.

En esa época tan triste de mi vida, mi mamá y yo veíamos en la tele Sombras Tenebrosas, la historia de un vampiro que vagaba por el tiempo buscando a su amada.
 
Algo parecido a la historia final de mi abuelito Yea. Solo que Barnabás Collins era un vampiro y Jesús Garcia Lezama siempre fue un poeta.