jueves, 13 de septiembre de 2012

Aprendizajes


…De lamparitas, plantas y otras hierbas.

Este domingo se quemó la lamparita de la heladera (o nevera, o refri, es igual). Y ese detalle, tal vez insignificante para algunos, a mi me resulta altamente depresivo.  Eso de abrir la heladera y encontrarme con la noche misma, me incomoda sobremanera. Lo primero que hice el lunes fue averiguar dónde podría conseguir una lamparita nueva y recuperar prontamente la felicidad perdida.

¿De 15 o de 25 watts? Me preguntó el vendedor. Mmmm ... De 25... (Por aquello de que más es mejor que menos). Y así, en tiempo récord, con la satisfacción de haber resuelto una buena parte del problema,  salí de la ferretería dispuesta a restablecer mi equilibrio electrodoméstico.  Incluso, hasta me resultó fácil colocarla.

Pero a veces las cosas no salen como uno se las imagina. Anoche la heladera sufrió un corto y amaneció como muerta. ¿Qué pasó? La dichosa lamparita era de un voltaje mayor y la heladera, como mucho, soportaba una de 15. Qué mensaje contundente, pensé. Algo parecido me ha pasado muchas veces en otras áreas de mi vida...Como por ejemplo, con las plantas.

Yo amo las plantas. Nada en este mundo me gusta más que sembrar plantitas, verlas crecer y sentirme a resguardo en mi selva personal. Pero tengo un problema: a muchas de ellas las he regado en exceso. Y las pobres se ahogan y se pudren. Lamentablemente he perdido la cuenta de la cantidad de plantas lindas y hermosas que por la obsesión de regarlas a cada rato, se me ponen mustias, llenas de hongos y terminan muriéndose. Obviamente cuando esto pasa, el bajón de energía es peor que cuando el refri entra en corto por exceso de watts.

Hace miles de años y en otro terreno mucho más complicado, un amigo me alertó sobre el problema, pero yo en ese momento no lo entendí. Incluso me enojé mucho con él, porque me pareció un exabrupto de su parte. Mi novio de aquel entonces, a quien yo quería mucho, terminó la relación y yo estaba desconsolada. Entonces hablando del tema con mi amigo, éste me soltó así nomás esta frase lapidaria: fulano te dejó porque lo asfixiabas.

Me ha costado años entrelazar la cantidad de situaciones, momentos y experiencias que se me han ahogado, asfixiado o achicharrado por excesos. Se podría decir que he adolecido de una fuerte excesividad. De cualquier índole, pero desmesura a fin de cuentas. Y los excesos no son recomendables. Porque como muy sabiamente dijo Mier van der Rohe (y parece que se puede aplicar a todo) menos es más… Espero por lo pronto, que con las plantitas y los watts, haya aprendido la lección.