lunes, 2 de abril de 2012

A la deriva


Un barco japonés ha navegado sin rumbo por un año entero. Es un sobreviviente mudo del tsunami que, recién hace dos semanas, fue avistado en las costas canadienses. Un barco solo, perdido en el océano, a merced de vientos y tormentas. Un caparazón vacío y tóxico, sin vida. Oxidándose.

Lo del barco es tan fácil que pareciera una metáfora de mal gusto de los tiempos que corren. Como barcos a la deriva van países enteros ante la mirada indiferente de gobiernos e instituciones.

En España, millones de jóvenes como navíos sin brújula, navegan por los mares turbios de las oficinas de empleo sin respuesta alguna. Y todos, trabajadores, jubilados y estudiantes, avistando las costas aún más inciertas y borrosas de la reforma laboral, como un espejismo falso y engañoso.

En Grecia, por su parte, no importa cuánta gente proteste. No importa el calibre del disgusto. Ni las mareas humanas en contra, ni las consecuencias. El barco sólo sigue una ruta, sin posibilidad de rectificar el rumbo, directo al abismo más insondable.

Y si el navío japonés pasó casi un año invisible a los ojos de todos, a los millones de griegos y españoles que protestan, pareciera que tampoco los ve ni los escucha nadie. Sin embargo Cameron en Gran Bretaña -a quién sí le interesa saberlo todo, no importa con qué herramientas- quiere hacer aprobar una ley que permita registrar las llamadas, mails y visitas a sitios web de todos los ciudadanos, para así poder anticiparse ante posibles atentados terroristas. La peor pesadilla orwelliana, a la vuelta de unas pocas semanas. Hay protestas, voces de repudio...¿Llegarán a buen puerto?

Si en enero las maniobras del capitán Schettino pusieron en riesgo la vida de más de 4500 personas a bordo de un crucero, hay otras maniobras y triquiñuelas que dejan a toda una población atónita, en medio de la nada. Como en el caso del presidente de Hungría, Pál Schmitt, muy doctor y muy todo. Con tesis de doctorado presentada hace 20 años, Suma Cum Laude, pero falsa. Copy and Paste. Trabajo plagiado casi en su totalidad y forzosa renuncia. ¿Cómo hacer en estos casos? ¿Cómo retomar el rumbo ante tamaño fiasco?

Pero los presidentes no tienen que llegar tan lejos, para perder el rumbo y poner todo patas para arriba. Chávez por ejemplo, gobierna desde La Habana, con la mayor naturalidad del mundo, en medio de un cáncer tan misterioso y tan abrasivo, que no tiene nada que envidiarle al navío japonés, avistado esta semana. Según la oposición, cada día de Chávez lejos de Caracas cuesta algo así como 300.000 dólares.

Y mientras Chávez gobierna desde La Habana, el país se desangra ante una violencia de la que nadie se hace cargo. Porque pareciera que de eso se trata, más allá de Chávez, Schmitt, Papadimos & Company. Para ellos -elegidos para guiar el rumbo- somos fantasmas, caparazones vacíos que navegamos a la deriva, como barcos perdidos.