jueves, 5 de noviembre de 2020

Las vidas de Milú

Hugo Broggie me la regaló cuando tendría 5 ó 6 años.

-Se llama Milú como el perrito de Tin Tin, me dijo. 

Pero no era un Fox Terrier, era una Caniche blanca. Y  me entregó una hermosa bolita de pelos blancos rizados y ojos muy negros. Amor a primera vista. 

Milú se convirtió en una hermanita para mi  y mi mamá era nuestra mamá. En ese universo cerrado eramos felices las tres.

Gracias a la obsesión de mi papá con la fotografía, conservo un registro visual de muchos momentos compartidos con ella: mi graducación de preescolar muy orgullosa con mi diploma y mi perrita Milú. Años después, sentada en el piso estudiando con mi perrita al lado. Viendo televisión juntas... 

Una oscurísima  noche murió Milú, luego de dar su paseo nocturno por los jardines vecinos. Estaba cruzando la calle y la atropelló un Volkswagen que arremetió contra ella impasible ante nuestros gritos. Milú murió a los pies de mi mamá, su mamá. 

Al día siguiente mi papá me sorprendió con otra perrita.  Una ternura de cachorrita Cooker Spaniel, de pelaje dorado a la que bautizamos Milú Segunda.

Irónicamente Milú Segunda fue la antítesis de su predecesora. Era arisca y con muy mal genio. Siempre estaba apartada de todos. No le gustaba jugar conmigo. 

A los 6 meses  y en brazos de mi papá le metió un mordisco en la cara que casi le arranca un ojo. Nos quedamos helados. La perrita lo adoraba y viceversa.  Esa reacción fue a todas luces una alarma de que algo muy malo le pasaba a esta nueva Milú.

Su violencia siguió en aumento. Una tarde la señora Fékete, nuestra vecina, vino a traernos una torta de regalo. Calzaba sandalias. La perrita se abalanzó a los pies de la anciana y comenzó a morderle los dedos. La escena fue dantesca. La torta se estrelló contra el piso. La señora Fékete gritaba de dolor mientras Milú  no paraba de aullar y morderla. Resultado, a la señora Fékete le tuvieron que dar varios puntos en una emergencia porque Milú  casi le arranca el dedo gordo del pie.

Milú se convirtió  en la versión perruna de Dr. Yekyll y Mr Hyde. De día era medianamente normal, pero a la noche se transformaba en monstruo. Se apostaba en el pasillo que comunicaba el comedor con la cocina y a todo aquel que se le ocurriera pasar por ahí lo atacaba a mordiscasos acompañados por aullidos infernales.

Estábamos muy preocupados. El veterinario aconsejó que la cruzáramos. Tal vez así mejoraría su caracter. Por suerte, fue amable con su novio. Tuvo 3 cachorritos. Se comió a uno.  Su disfuncionalidad continuó intacta.

Una noche accidentalmente descubrimos un arma para defendernos. Una desvencijada puerta de metal de un viejo mueble de la cocina. El ruido que causó al caerse hizo que la perra huyera despavorida. Esa puerta se convirtió en nuestra salvación.
 
No fue fácil acostumbrarnos a esa nueva rutina  de caminar haciendo ruido con una puerta para ahuyentar a nuestro depredador nocturno. Llegamos a estar tan perfectamente sincronizados que nos pasábamos el "testigo" de la puerta de unas manos a otras. Un descuido en la estrategia nos habría colocado nuevamente  en situación de peligro y nadie quería vivir esa desagradable experiencia.

Un día no pudimos más. El veterinario le explicó a mi mamá que Milú era un animal evidentemente muy traumatizado.  Qué habría vivido esa perrita para estar tan desequilibrada? Hubo que sacrificarla. Me acuerdo todavía la cara de dolor de mi mamá de regreso del veterinario. Se quedó dormida, me dijo. No sufrió nada. 

Volvimos a la normalidad. La vieja puerta de metal dejó de ser nuestro  héroe salvador.  Mi papá quedó tan afectado que esta vez no salió corriendo a reemplazar a nadie. Para todos quedó claro que  la dinastía de las “Miluses” había terminado ahí y que la próxima mascota tendría, por lo menos, otro nombre.


2 comentarios:

  1. Mi querida amiga, disfruto mucho tus relatos, en ocasiones parecen ciencia ficción y en otras surrealismo puro, y todo vivido en primera persona, extraordinaria protagonista.
    Por suerte no fueron tus deditos los que sufrieron, sin embargo, la Sra. Fekete recordó, al perrito, el resto de su vida, se hizo sentir e incluso ser nombrado aun estando en el más allá, que para la atacada fue el mas acá.
    Gracias por hacerme la viva más vivible, relatos que nos acercan a lo que es vivir, que es lo mismo, recordar es vivir.

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  2. Mi amiga querida!!!! Mil gracias por tu generoso comentario!!!!Esta historia me ha costado mucho contarla, no sé por qué... Creo que el "espíritu" de Milú Segunda sigue haciendo de las suyas, jajaja.... Un abrazo muy fuerte y muchos cariños!

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