jueves, 30 de junio de 2011

La hoguera de las vanidades

Cuando en febrero ocurrió la muerte de María Schneider, volví a ver por enésima vez una de mis películas favoritas: “El último tango en París”.

Curiosamente en esta ocasión, reparé en algo que antes pasaba inadvertido a mis ojos. El cuerpo desnudo de la Schneider. Y me pasó como cuando uno ve a las venus de Rubens que dice, ay qué gorditas que estaban… Bueno, algo así me sucedió.

Me extrañó su desnudez porque su cuerpo respondía a otra estética: rellenita, con barriguita, sin muchas curvas, tetona pero de las de la vieja guardia, es decir, sin siliconas mediante; con un frondoso e irreverente vello púbico, cero depilación definitiva, pelo ondulado, sin planchitas ni keratina… En fin, una estética que se me antojó profundamente honesta, totalmente setentosa y maravillosa.

Y pensé algo aterrador: Si hoy a alguien se le ocurriera hacer un remake de esta película (espero que nunc a llegue a suceder tal desaguizado), nos encontraríamos con una Jeanne curvilínea, operadísima, sin un rollito y, Hollywood no permitiría otra cosa, profundamente pacata. Por supuesto, más aterrador sería pensar en quién sustituiría a Brando o quién compondría la música…Pero por suerte, nada de esto ha pasado.

Esta reacción benevolente con la querida María Schneider se debe a tres motivos: 1. Pertenezco más o menos a su generación. 2. Me identifico con algunos de sus atributos físicos 3. Aunque ahora me encantaría operarme muchas cosas, valoro profundamente la belleza natural de mujeres y hombres.


Y todo esto viene a cuento porque hace algunas semanas leí en un artículo, la historia de una mamá que en San Francisco le aplicaba botox a su hija de 8 años, para irla convirtiendo de a poco en una diosa total. La torturaba no sólo con botox, sino también depilándola completamente…Ahora, ¿qué le depilaría? me preguntó yo, más allá de arrancarle de cuajo las neuronas a la pobre nenita, en manos de semejante enferma.

La mamá se paseó con su hija muy orgullosa por cuanto programa matutino hay en Estados Unidos, hasta .que alguien medianamente sensato reparó en tan insana actitud y le retiraron temporalmente la custodia de la pequeña Britney.

Pero esto no sólo sucede en Estados Unidos. En Inglaterra una mamá, conocida como “la Barbie humana” ( se ha hecho más de 100 cirugías) le regaló a su pequeña hija Poppy de 7 años un vale para agrandarse los senos cuando cumpla 16, la edad mínima permitida para este tipo de intervenciones.

 ¿Y si resulta que la naturaleza es espléndida con sus pechos? No importa, el vale puede cambiarlo por la operación que más le convenga en su momento. ¿Habrá para cuando Poppy cumpla 16 años, alguna cirugía para agrandar la felicidad? Esperemos que sí. Tal vez la va a necesitar.

4 comentarios:

  1. Muy buen artículo, siempre sorprendes con tus temas.
    Será que somos de una generación donde ser bonita no era tan importante como ser "autenticas"?, María Schneider lo fue, y a estas alturas, disfrutemos lo que tenemos y de esta forma, alcanzaremos la tan ansiada felicidad, sin cirugías y nada de chicas plásticas o reconstruidas.

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  2. Excelente artículo Anita!!
    Una redacción tan simple como exquisita...
    En relación al contenido, adhiero 100% al fondo de la cuestión. Es realmente preocupante lo que sucede. Sin llegar al extremo de estas dos mujeres, muchas madres hacen de la estética de sus hijas un tema tan importante (aunque sólo lo hagan con la palabra, que a esa edad marca tanto como un bisturí) que es angustiante pensar qué peso le darán al estado de su cuerpo de adultas cuando pongan en la balanza todas las variables de su vida, para medir su felicidad.
    Seguí escribiendo!!

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  3. Gracias mi querida Edda! Qué bueno que te gustó!!

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  4. Mariana, qué bueno que lo leíste! Y sí, muy de acuerdo con vos!!! Hay tantas mamás castradoras sueltas, que sin necesidad de bisturí y sin anestesia, le arruinan la vida a sus hijas hipervalorando sólo lo estético.

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