lunes, 3 de febrero de 2025

Epifanía Low Cost



Una noche, mientras lavaba los platos después de la cena, Helena tuvo una revelación o si se quiere un momento de conexión profunda con su espiritualidad, porque lo que vio la llevó a lugares insospechados.
Ya había lavado todos los trastos y le faltaba solo la fuente donde había horneado el pollo. La dejaba siempre para lo último porque era lo más engorroso de todo el asunto. Cuánto tiempo llevaba con el lavavajillas estropeado? El pensamiento pasó fugaz por su mente Ya ni se acordaba.
Volvió a su tarea. Era casi como un ritual limpiar el recipiente de vidrio. Tenía que retirar con papel de cocina los restos de grasa y de piel. Luego dejarlo un rato con agua caliente, añadir 2 o 3 gotas del detergente antigrasa y finalmente utilizar una mezcla en partes iguales de estropajo y paciencia, para lograr un buen resultado. Y claro, luego vendría lo de siempre. Sacarse los guantes. Secarlos. Guardar el delantal. Y apagar la luz. Pero esa noche, incluso a pesar de ella, todo fue diferente.

Se quedó mirando el color del agua y la grasa rojiza que flotaba en la superficie. Tal vez pensó en su colesterol alto y en la dieta que no terminaba de empezar. Y quizá llevada por esa preocupación médica, centró toda su atención en las dos gotas del antigrasa que dejó caer lentamente sobre el agua. Lo había visto cientos de veces pero en esta ocasión se sorprendió de cómo a medida que caían las gotas se separaba de manera casi dramática la grasa del agua. Algo así como separar la paja del trigo. En ese momento Helena descubrió que necesitaba un antigrasa para su alma. Un antigrasa que limpiara sus errores. Que la liberara de la culpa, los pecados y la vergüenza. Que le bajara el colesterol. Que le suavizara el carácter y que le permitiera desprenderse de las costras de odio y resentimiento adheridas a su carne. Al cabo de unos minutos volvió de su ensoñación, o lo que fuera aquello que había vivido y terminó su tarea. Todo lo demás lo hizo mecánicamente.
Esa noche cuando se fue a la cama se sintió inquieta y confundida. Pero cuando estaba ya a punto de dormirse, un claro pensamiento se instaló en su mente:
-Mañana sin falta a primera hora, llamo al técnico para que arregle el lavavajillas.

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