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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Rosh Hashaná

Un día, no hace mucho, mi tío Esteban me contó cómo él, mis abuelos y 3 de sus hermanos, -mi papá entre ellos- lograron salir de Alemania en 1939. Y la historia es realmente muy interesante. Mi abuelo era veterinario en Berlín y un vecino suyo (los alemanes siempre han sentido adoración por sus mascotas) tenía un perro al que mi abuelo atendía. Por lo que me contó mi tío, infiero que este señor entabló una estrecha amistad con Aser (que así se llamaba mi abuelo), más allá de la simple relación veterinario-canino.

Porque (y éste no es para nada un detalle menor) el señor en cuestión era un oficial de la Gestapo y mi abuelo, un veterinario judío. Fue ese oficial nazi quien lo convenció de salir de Alemania lo más rápido posible. E incluso fue quien le sugirió a mi abuelo los nombres de algunos posibles y remotos países donde tal vez podrían estar interesados en contratar a un veterinario alemán. Uno de esos países fue Venezuela. Y luego de traducir y enviar todos sus documentos al lejano país, a principios de 1939 les llegó la ansiada visa.

En Alemania, sin embargo, se quedó por decisión propia la mayor de sus hermanas, mi tía Erika, activista sionista y a la que no hubo forma de convencer para que emprendiera el viaje junto a su familia. Mi tía Erika, con tan sólo 20 años se quedó en Berlin, luchando por su sueño: el sueño de Israel.

Atravesó toda Europa en plena guerra y pudo salvar a muchos niños judíos. Vio y de seguro vivió situaciones desgarradoras. Luego de un esfuerzo titánico y de la ayuda de mucha gente, mi tía junto con otros miles de judíos venidos de todo el mundo, llegó a Israel.

Estas dos historias pequeñitas y milagrosas hablan de solidaridad, de personas que tendieron sus manos para ayudar. Los que lograron salvarse de semejante genocidio y los que fundaron Israel necesariamente tienen que haber vivido historias similares, de profundísimo agradecimiento por esa segunda oportunidad. Porque el estado de Israel se fundó sobre la base de la esperanza. Quienes lo fundaron burlaron a la muerte y apostaron por la vida y el perdón ¿o no se trata de eso el Yom Kipur?. Lamentablemente y después de tantos años, pareciera que Israel es algo muy distinto.

Hoy Israel es un país lleno de odio, de segregación, de muros y de violencia. Con extremistas fanáticos empeñados en resucitar el Israel bíblico. Un país que pareciera recordar su trágica historia sólo para sembrar más dolor. Como marcado por un sino trágico.

A horas de comenzar la celebración de Rosh Hashaná y ante el inminente pedido del presidente Mahmud Abbas por el reconocimiento de la ONU del Estado Palestino, ojalá que Israel cambie el rumbo. ¿O será que no fueron suficientes millones de muertos para aprender la lección?