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lunes, 16 de mayo de 2011

De tonsuras, kipás y otras exquisiteces religiosas


Mi mamá siempre me hablaba de la tonsura de los curas. Y me contaba una historia que a ella le parecía muy dramática, en relación con ese círculo casi perfecto que coronó las cabezas de muchos soldados de Cristo en la Tierra, hasta que finalmente en 1972 Pablo VI dijo, hasta aquí llegamos con esto.

Resulta que en la España prefranquista, según mi mamá, los republicanos la tuvieron muy fácil con eso de reconocer al enemigo: bastaba con mirarles la cabeza y ya! ¿Cómo camuflar el hueco divino? ¿Cómo tapar la conexión con Dios? Pues ni modo, te jodiste. Pero claro, meterse con los soldados de Dios no es tontería y así les fue a los republicanos, luego de tamaña osadía.Y ahora que lo pienso, fueron ellos, los falangistas, quienes le pasaron el dato a Hitler y su combo. Claro que los nazis la tuvieron más difícil, porque no es lo mismo pedirle a un buen hombre que se descubra la cabeza a que se baje los pantalones … Pero bueno, la historia habla por sí sola, los nazis tampoco se hicieron mucho problema con eso.

Pero el objetivo de esta reflexión no es hablar de persecuciones varias, sino de un severo problema capilar que afecta a un vasto número de ciudadanos y ciudadanas en la actualidad y del cual, lamentablemente, yo formo parte.

Qué bueno sería si algún renombrado estilista, o trendsetter o personaje público importante impusiera como moda la tonsura femenina. Qué bien nos sentiríamos ese montón de mujeres estresadas que transitamos la alopesia como un castigo divino. También el uso del kipá podría ser una solución bastante razonable, aunque también está históricamente comprobado que la cultura judía y la moda no se llevan nada bien.


Por suerte siempre queda un último recurso: Convertirnos todas en judías ortodoxas y zanjar el problema con un pelucón y aquí no ha pasado nada.
Alguien podrá decirme “pero bueno ¿y qué pasa con el burka de las musulmanas? ¿No lo tomas en cuenta?? Podría considerarse… aunque claro, focalizado el problema a la cabeza, no tenemos por qué extendernos más allá de los límites que nos impone la anatomía humana. ¿O sí?


Y con esta idea del burka me di cuenta de un persistente error en las estrategias de los árabes: su desmedida ambición. Por suerte Bin Laden ya no está y como dicen algunos, muerto el perro se acaba la rabia. De lo cual se decanta que como medida extrema para la alopesia femenina: Burkas no, pelucones sí!