martes, 16 de junio de 2020

La muerte de Afrodita


A veces la vida es muy generosa y nos da  la oportunidad de enderezar entuertos emocionales. De esa generosidad me di cuenta  algún tiempo después de la muerte de Afrodita.

Afrodita se murió en mi mano mientras la revisaba. Estaba enferma. Tenía los párpados muy inflamados. Y esa mañana en mi mano, vi cómo al abrir su boca de manera extraña, lanzó un profundo estertor de dolor y ya.  Afrodita  se quedó tiesa. Había sufrido un infarto fulminante.

La enterramos con todos los honores en una de las hermosas plantas de nuestra terraza mexicana. De inmediato corrimos a la tienda de mascotas en busca de un nuevo compañero para Aquiles. Presentíamos que sin Afrodita, Aquiles podría morir pronto de tristeza o de aburrimiento.

Por suerte la tienda de mascotas quedaba cerca y el reemplazo  de Afrodita se llamó Maximus. Una tortuga de agua bastante grande para el tamaño promedio de esos animalitos.

Qué alivio. En menos de 24 horas, restituido el orden de las cosas. Un poco de pena por Afrodita,  pero bueno, cariño tuvo hasta que exhaló su último suspiro.

Con el tiempo, Aquiles, el fuerte Aquiles también enfermó. Se le hincharon los párpados y los ojitos se le empezaron a cerrar.

Esta vez, tomamos cartas en el asunto. Aquiles no iba a tener el mismo final trágico de Afrodita. Nos pusimos a buscar en la enormidad de Ciudad de México  una veterinaria especializada en tortugas. Y gracias a Dios la encontramos.

Lupita no era veterinaria. Era periodista. Pero de tanto rescatar animales abandonados en el DF se especializó en salvar pájaros, culebras, cocodrilos, tortugas… De hecho nos encontramos con ella en una tienda de mascotas llevando a su casa una enorme cacatúa que se arrancaba las plumas de su increíble cresta.
-Claro, la dejaron sola y se hace daño. Nos dijo Lupita.
Ella sabía cómo salvarla.

Lupita nos pidió que le lleváramos las dos tortugas y le  contamos la triste historia de Afrodita, Nos corroboró su infarto y nos habló de la enfermedad que la mató y que estaba comenzando a padecer Aquiles y tal vez hasta el propio Maximus: Avitaminosis. Se les hinchan los párpados. Y ante la imposibilidad de ver, muchas  tortugas se deprimen a tal punto que se suicidan. 

-Se suicidan ?
-Sí. Se dan vuelta y dejan de respirar. 

Otras, mueren de un infarto.

Aquiles y su amigo Maximus se hospitalizaron en la casa de Lupita con una sola condición: que los visitáramos mientras durara el tratamiento.  Así hicimos. Todos los domingos atravesábamos el DF para ver la recuperación  de Aquiles y el crecimiento exponencial de Maximus.

Finalmente Aquiles y Maximus fueron dados de alta. Lupita nos explicó cómo cuidarlos. Qué darles de comer y qué no. La temperatura del agua. Todo, absolutamente todo para que nuestras tortugas fueran felices.

Y fueron muy felices y crecieron muchísimo y de tan agradecidas que estaban por su nueva vida, desarrollaron conductas más cercanas a perritos que a tortugas. En fin, las tortugas son muy raras….

Lupita también fue feliz. La ultima vez que la vimos nos comentó que se iba a Estados Unidos contratada por una compañía muy importante.  La protectora de las mascotas extrañas se fue de México.  Al poco tiempo nosotros también nos fuimos. 

Aquiles y Maximus también dejaron el DF  y se fueron a Michoacán con Fausta, previo juramento de que los dos morirían de viejos, tranquilos en su pecera y no convertidos en un  pastel de tortuga.

2 comentarios:

  1. Hermosa historia.
    A mi me pasó algo muy cómico con las tortugas.
    Cuando mu hijo Guillermo estaba en el pre escolar un día me llegó una carta del colegio diciéndome que iban a celebrar el día de la mascota y que el niño debía llevar la suya. Salí corriendo a comprar una mascotica que fuera amable, pero que no generara mucha responsabilidad. Obvio compramos un par de tortugas pequeñas, que llamamos Alcaparra y Aceituna. Vivieron muchos años con Guillermo

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  2. Qué linda historia y qué lindos nombres!!!! Gracias miles por compartirla conmigo.

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