Hace más de 10 años unos queridos amigos decidieron cortar con la vida en la ciudad y se fueron al medio de la campiña italiana a sacar adelante un proyecto personal, en la punta de una montaña. Visitarlos y convivir unos días con ellos, es siempre una experiencia increíble, llena de aprendizajes… Y esta ocasión no fue la excepción, sólo que esta vez me llamó la atención algo bastante común para los que viven en la campiña y que para mí fue un asombroso descubrimiento: el cielo.
Cuando al segundo día paró de llover y la mañana nos regaló un delicado sol de otoño, me sorprendí viendo un cielo que tenía mucho tiempo que no veía. Es decir, vi un cielo real. Un cielo con nubes gorditas, con profundidad, peso específico y personalidad. Hacía tanto tiempo que no veía un cielo así…
¿Qué cómo es el cielo que veo todos los días? Es una cosa extraña. Puede que amanezca muy azul… pero ya en la mañana temprano cientos de rayas larguísimas y blancas comienzan a diseñar una geometría que pareciera diseñada por un Mondríán trasnochado y caprichoso. Un cielo muy pero muy lejos de aquellos cielos con nubes, con los que yo me entretenía cuando era pequeña y que de nuevo volví a ver en Gubbio.
El cielo que yo veo ahora levanta sospechas. Invita a tejer suspicacias. El azul se esconde detrás de esas rayas que comienzan como a derretirse , cubriéndolo todo de un velo blancuzco, que se interpone entre nosotros y el cielo real. Y claro, en este cielo urbano, no hay formas, ni nubes gorditas ni nada. Sólo un manto lechoso, que transforma todo en un día de nubes tristísimas.
Que lo hacen para protegernos de los rayos ultravioletas o de los cambios climáticos. Que es un proyecto de quién sabe qué para adormecernos o estupidizarnos…Que son virus que esparcen en el aire…. Cientos de conjeturas y teorías conspiratorias… Pero lo que yo añoro es ese otro cielo, ese donde suceden cosas interesantes, parafraseando a Cortázar. Porque si está claro que el cielo no es para todo el mundo, éste que vemos con los ojos, el que sólo hace falta levantar la cabeza para mirarlo y constatar que está allí, ese, muy calladamente y como sin que nadie se dé cuenta, alguien, no sé quién, nos lo está quitando.
lunes, 1 de diciembre de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
La otra Maga
Cuando pequeña, fuiste "mi prima salvajesta"
porque a las dos nos gustaba la lucha libre. Luego con los años, me encantaban las historias que me contabas de gente que yo ni conocía. Daba igual. Lo que me fascinaba era esa forma tan tuya de gesticular, de crear tensión, de mirarme, mientras fumabas o te arreglabas el pelo. Disfrutabas con mis preguntas, te reías, hacías acotaciones. Eras para mí como una especie de Sherezade andina, incorrectísima, punzante y corrosiva.
Fuiste la sobrina preferida de mi tía Erika. Eras tan indómita como ella. Y esa extraña mezcla, esa personalidad tuya, avasalladora y humilde también me sedujo a mi. Por esa energía que tenías,
esa honestidad a prueba de balas y esa increíble integridad con la que viviste siempre.
En este mundo de fantoches e incoherentes. De falsos y acomodaticios, tú fuiste una rara avis. Una persona íntegra y genuina. Diáfana y rotunda. Sin parapetos. Y para mi fortuna además, mi prima amada.
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domingo, 19 de enero de 2014
Chivo que se devuelve...
Una de las cosas más tóxicas que uno puede llegar a hacer, es tomar una decisión y luego arrepentirse. Yo, experta en arrepentimientos postreros, creo que a finales del año pasado aprendí la lección.
Me comprometí a ir a un lugar. Llegué. Hice una rápida y prejuiciada evaluación del mismo y decidí devolverme. Cuando salí nuevamente del metro, me di cuenta del error. Supe que detrás de esa reacción había muchas cosas... Media hora después, me esguincé un tobillo.
Tal vez fue la influencia de Mercurio, que cuando está retrógrado nos manda aplastantes lecciones. Pero las reminiscencias de las lecturas de Osho, Coelho, Bucay, Chopra y tantos otros, me trajeron a la memoria una verdad tan simple como contundente: tomar una decisión y no creer en ella nos hace daño.
En mi caso, devolverme me costó un esguince... Y corrí con suerte. Porque de acuerdo al dicho popular de mi país, otros se "esnucan"
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jueves, 13 de septiembre de 2012
Aprendizajes
…De lamparitas, plantas y otras hierbas.

¿De 15 o de 25 watts? Me preguntó el vendedor. Mmmm ... De 25... (Por aquello de que más es mejor que menos). Y así, en tiempo récord, con la satisfacción de haber resuelto una buena parte del problema, salí de la ferretería dispuesta a
restablecer mi equilibrio electrodoméstico. Incluso, hasta me resultó fácil colocarla.
Pero a veces las cosas no salen como uno se las imagina.
Anoche la heladera sufrió un corto y amaneció como muerta. ¿Qué pasó? La
dichosa lamparita era de un voltaje mayor y la heladera, como mucho, soportaba una de 15. Qué mensaje contundente, pensé. Algo parecido me ha pasado muchas veces en otras áreas de mi vida...Como por ejemplo, con las plantas.
Yo amo las plantas. Nada en este mundo me gusta más que sembrar
plantitas, verlas crecer y sentirme a resguardo en mi selva personal. Pero tengo un problema: a muchas de ellas las he
regado en exceso. Y las pobres se ahogan y se pudren. Lamentablemente he
perdido la cuenta de la cantidad de plantas lindas y hermosas que por la obsesión
de regarlas a cada rato, se me ponen mustias, llenas de hongos y terminan muriéndose. Obviamente cuando esto
pasa, el bajón de energía es peor que cuando el refri entra en corto por exceso de watts.
Hace miles de años y en otro terreno mucho más complicado, un amigo me alertó
sobre el problema, pero yo en ese momento no lo entendí. Incluso me enojé mucho
con él, porque me pareció un exabrupto de su parte. Mi novio de aquel entonces,
a quien yo quería mucho, terminó la relación y yo estaba desconsolada. Entonces
hablando del tema con mi amigo, éste me soltó así nomás esta frase lapidaria: fulano
te dejó porque lo asfixiabas.
Me ha costado años entrelazar la cantidad de situaciones,
momentos y experiencias que se me han ahogado, asfixiado o achicharrado por
excesos. Se podría decir que he adolecido de una fuerte excesividad. De
cualquier índole, pero desmesura a fin de cuentas. Y los excesos no son
recomendables. Porque como muy sabiamente dijo Mier van der Rohe (y parece que
se puede aplicar a todo) menos es más… Espero por lo pronto, que con las
plantitas y los watts, haya aprendido la lección.
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jueves, 23 de agosto de 2012
Vergüenza ajena
Las corridas de toros nunca me gustaron. Pero lo que hasta
hace poco era sólo un rechazo teórico, lo confirmé luego de haber vivido una
tarde de toros, en la que comprobé que no hay espectáculo más cruel e injusto,
sangriento y humillante, que el desequilibrado enfrentamiento entre un hombre y
un toro herido.
Todavía impactada por la experiencia, el domingo siguiente leí
en el diario El País un artículo firmado por el escritor Rafael Sánchez
Ferlosio titulado “Patrimonio de la Humanidad" en el que exponía con
argumentos bastante sólidos su rechazo y abominación por la tauromaquia.
Pero claro, hablar de los toros en España es como mostrar la
soga en la casa del ahorcado. Por eso a la semana siguiente y haciendo gala de
una enorme equidad editorial, El País publicó esta vez un artículo en defensa
de la gran Fiesta Nacional, escrita nada más y nada menos que por el mismísimo
Premio Nóbel, Mario Vargas Llosa, titulado “La “barbarie” taurina”. Una
apasionada defensa de los toros y un cuestionamiento a los argumentos expuestos
por Sánchez Ferlosio.
Por suerte había guardado el artículo y volví a releerlo. Y
mientras éste me siguió pareciendo actual y contundente, el de Vargas Llosa -a
pesar de estar escrito brillantemente- me pareció débil.
Porque lo más interesante del texto de Sánchez Ferlosio es
que su crítica no se centra en la defensa de los animales, ni en el valor
histórico que los toros representan. Su descargo hace foco en el hombre. En esa actitud arrogante
y soberbia del torero frente al toro, en esa pelea que descaradamente no es de
igual a igual. En la que hay ventajismo, se manipula, se debilita y se hiere al
contrincante. Y además, se celebra. Por eso termina su texto de manera tan
rotunda: “Mi ferviente deseo de que los toros desaparezcan de una vez no es por
compasión de los animales, sino por vergüenza de los hombres”
Por su parte Vargas
Llosa transita otros argumentos. Reconoce la violencia del espectáculo taurino
pero considera que prohibirlo, sería “un atropello a la libertad no menor que
la censura de prensa, de libros y de ideas”. A pesar de esta comparación, extrema por demás, lo que Vargas
Llosa sabe (al igual que lo sabemos todos los que hemos ido a una plaza de
toros), es que haya o no prohibición, la tauromaquia tiene sus horas contadas.
Que cada día el toreo va perdiendo más adeptos y que de manera vertiginosa se
va convirtiendo en una atracción marginal y poco rentable, para gente de otra
época. Porque las plazas de toro
sobreviven gracias a la oleada de turistas curiosos que van por única vez y que
terminan huyendo ante algo que no se puede entender cómo sigue existiendo.
Y eso no tiene que
ver con libertad. Tiene más que ver con que el mundo cambió. Porque a pesar de
tanto arte y tanta parafernalia, la crueldad del toreo es inocultable. Y cada
vez somos más los que no la toleramos. Aunque nos la quieran vender como muy
poética. Porque finalmente después de una tarde de toros, uno termina
experimentando ese extraño y difícil sentimiento que Sánchez Ferlosio describe en su artículo y que no es otra
cosa que vergüenza de los hombres.
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martes, 26 de junio de 2012
Desnudeces
Admiro y sobre todo envidio a las personas que están a
gusto con su cuerpos. Que no tienen problemas para desnudarse y andan tan
felices por la vida. Y no es cuestión de medidas perfectas, ni de juventud. Es
un tema más bien de aceptación. Y yo en esa materia voy más que deficiente.
Por eso esta semana que pasó, me llamó la atención una
noticia que leí en el Clarín de Buenos Aires. Para la inauguración de un
supermercado en un pueblito alemán , Süderlügum , se les ocurrió la genial idea
de ofrecer mercados gratis por 270 euros a las primeras 100 personas que
acudieran desnudos a su inauguración.
El gerente del supermercado pensó que el
número de desprejuiciados compradores no llegaría a 10. Se equivocó. Más de 200
clientes se agolparon a las puertas del establecimiento, muy dispuestos a
llenar sus changuitos como dios los trajo al mundo.
Y ahí me
pregunté... Si viviese en Süderlügum, ¿hubiese aprovechado la oferta ? Seguro
que no. Creo que antes me tendría que tomar una botella de tequila al hilo,
para atreverme. Y no sé si con una sería suficiente...
Sin embargo lo que más me impresionó de la noticia
fueron los comentarios de los lectores. El mejor rankeado fue uno que escribió
un chico llamado Fabián Manuel Torres, con un humor muy porteño:" Jajajaja...acá
en Argentina con los precios y la inflación nos dejan en bolas todos los
días!!!!”
Y el comentario de Fabián me pareció, además de ingenioso, muy acertado. Porque hay desnudeces que liberan y que tienen que ver
simplemente con el acto de quitarse la ropa, y hay otras, impuestas desde
afuera, que tienen otro cariz... Pienso entonces que las crisis varias, la
inflación, la inseguridad, el desempleo, las medidas de ajustes... son algunas
de las formas más “higiénicas” y efectivas de dejarnos en cueros, sin necesidad
de desnudarnos.
Y siguiendo un poco la línea de pensamiento de Fabián, esas son
de las que nos dejan en bolas pero vestidos. De las peores, sin lugar a dudas.
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viernes, 15 de junio de 2012
El reino del revés
No sé cuál de las dos letras es más acertada, si la de Discépolo o la de
Maria Elena Walsh. Lo cierto es que el mundo está patas para arriba, todo al
revés y al mejor estilo Discepoliano, "vivimos revolcaos en un
merengue..." O como también lo dijo la Walsh, con esa ironía suya tan fina
“donde un ladrón es vigilante y otro es juez” . Lo cierto es que ante el
despelote que estamos viviendo en estas últimas semanas, mi capacidad de asombro
ha estado de lo más ocupada, pasando de sorpresa en sorpresa con las cosas que
se lee en los diarios.
Una de las noticias que más llamó mi atención fue el famoso Jubileo de
Diamante de la Reina Isabel I. Qué derroche, en esta época tan de vacas flacas
en el Viejo Continente. Eso sí, todo el país se unió al festejo y se lanzó a
las calles para saludar a su reina. Me imagino que a más de uno (de esos que
andan por ahí con coronita) le debe haber dado una envidia profunda tanta
aceptación popular. Y también me imagino que la señora luego de analizar cómo
viene la mano con las monarquías vecinas, dijo "o aprovecho esta fecha
para fortalecer mi negocio o tendré que poner mis barbas en remojo". Y
como no tiene barbas que remojar, entonces celebró por todo lo alto sus 6
décadas de reinado.
Pero mientras en Londres, todos se recuperaban de una semanita de
festejos varios, en el sur, o sea por aquí, este fin de semana sucedió lo que
todos sabían que iba a suceder, salvo parece, el Presidente de España, que
sigue todavía hoy negándolo todo: el famoso rescate. Pero ojo, rescate no a
España, sino a la banca que se fue al traste por los más turbios y
escandalosos manejos.
Todavía nadie sabe muy bien cómo es el asunto del "que sí pero
no" rescate financiero. Tan es así que nadie lo sabe, que ni los mercados
están muy claros del asunto. Y como era de esperarse, mientras la famosa prima
de riesgo sigue por las nubes, la Bolsa se desploma en caída libre, porque -entre
otras cosas- el Presidente español no ha dado la cara para explicar los
términos del "que sí pero no" rescate o préstamo beneficioso, como
han querido venderlo desde hace más de 4 días. Increíble. No aclaró nada, dijo
alguna frase muy poco feliz el sábado y partió rumbo a Polonia, para ver el
partido España- Italia, tratando de restarle gravedad al asunto. Como para
matarlo...
Por supuesto que a nivel internacional todo el mundo se llevó las manos
a la cabeza sin poder creer la torpeza de este buen hombre que, en menos de 24
horas, ayudó de manera activa a convertir lo que podría haber sido un cierto
alivio para España en una aún peor pesadilla rocambolesca, cuyos efectos se
empezaron a sentir desde el mismo lunes. Pero eso sí, el domingo disfrutó el
partido de España como el mejor.
Otro que no la está pasando tan bien últimamente es el Papa. Pobre.
Parece que está solo y enfermo, rodeado de un cardumen de pirañas en busca de
sangre. Qué cosas. Donde debería ser todo acuerdo, conciliación, trasparencia y
amor al prójimo, sucede estrepitosamente lo contrario. El Papa está sufriendo
su particular Vatileaks, con todos los ingredientes para un jugosísimo bet seller.
También en Santiago de Chile, un grupo de más de 2000 seguidores de
Pinochet se sintieron solos y desamparados esta semana que pasó, al realizar un
homenaje en su honor y verse alterado por una multitud de manifestaciones de
rechazo y repudio. Los simpatizantes del exdictador, entre otras cosas, se
quejaron de no poder expresar libremente su adhesión por el finado... Qué humor
negro más exquisito.
Y mientras me entero de que al mejor estilo “Home Alone” el primer
ministro inglés David Cameron y su esposa dejaron accidentalmente a su hija de
8 años en un pub inglés y se dieron cuenta recién cuando llegaron a casa. Y de
que el máximo representante del Poder Judicial en España, Carlos Dívar, el
mismo que acabó con la carrera judicial del juez Garzón, está involucrado en un
escándalo relacionado con más de 20 viajes injustificables, me tropiezo,
caminando por una callecita de Madrid, con un cartel colocado al revés. Y
pienso que tal vez quien lo colocó la tenía clara. “¿Para qué darle vuelta si total,
todo está patas arriba y tampoco hay mucho que entender?”.
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