jueves, 28 de mayo de 2020

Patria




Después de muchos años de negarme en rotundo, finalmente en Ciudad de México obtuve la nacionalidad alemana. No tuve que renunciar a mi nacionalidad venezolana, pero tener un pasaporte alemán, era como jugar en las ligas mayores. 

Así que con mi nuevo pasaporte en la mano me sentí sumamente feliz. Sin embargo había algo que ensombrecía mi felicidad. No sabía hablar alemán. Y cómo podría ser alemana si no dominaba el idioma? 

La vida me escuchó y en menos de tres meses, estaba en Buenos Aires sentada en un pupitre, comprometida hasta los huesos con la lengua de Goethe...

Pero una cosa son los deseos y otra muy distinta, la realidad.


Pasé 4 años en el intento. Leer, leía. Entender, entendía. Pero organizar mi cerebro para poner el verbo al final, se me hacía muy cuesta arriba. Tardaba infinitos minutos en construir una frase. En responder. 

Escribí cartas en alemán a mi familia que nunca envié. Leí ávidamente Der Spiegel y Bunte. Escuché a los Beatles en su época de Hamburgo. Ví “La caída” con subtítulos en alemán y nada. El idioma se me escapaba del cerebro.

Pero en una clase en que leíamos testimonios sobre la caída del muro y la reunificación alemana sucedió el milagro, cuando el profesor de turno soltó la pregunta:
Qué es la Patria para ustedes?

Luego buscándome con la mirada, personalizó la pregunta:
Qué es la Patria para tí Ana María?
Y ahí viv
  la Epifanía . De inmediato vino Dios y me iluminó. En perfecto alemán y de la manera más natural le dije:

Die Heimat is del Ort, an dem mein Sohn glücklich ist. 

La Patria es el lugar donde mi hijo es feliz.


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